domingo, abril 02, 2006

Mote

Don Ernesto

Apareció ahí Don Ernesto
aurora eterna del amanecer del oprimido
cimiento universal tierra y montaña
apareció cantando entre las hojas complicadas
que el hombre es tan igual entre sí mismo
como el arroyo lo es del río
apareció justo antes de la bala en su pecho
justo antes de las garras despiadadas en su espalda
justo antes de que el aire fuera una roca en su garganta
apareció usted Don Ernesto
con la luna entre sus ramas de doble centenario, sí,
y lo encontré dejando con vida al enemigo desvalido
con la justicia siempre entre sus dientes
con el corazón dispuesto a desangrarse
por el parpadeo libre de los ojos de un amigo
Don Ernesto.

Y sólo quería decirle que alcancé un poquito
de su brillo verdadero,
de su mirar pasivo, de su andar derecho Don Ernesto,
sí, yo vi que su andar fue siempre al frente
y que sus manos nunca fueron inherentes
y que su abrazo como abraza el viento a un gorrión
en vuelo
a ese hobre flaco o al otro más pequeño.

Sí Don Ernesto
yo vi su muerte tan de cerca
que unas gotitas de sangre mojaron
mis pupilas y
mis cielos y
mis mares solitarios y
mi voz llena de grietas
y al igual que aquél que perforó
sus piernas, y sus hombros y su corazón
y su ilencio
le vi más gigante de lo que ya fue
y escuché también su voz
cuando pidió que le apuntaran bien
y vi como usted Don Ernesto, profesor de las estrellas
calló de muerte en la sala de una escuela
y con usted también algo de mi calló bajo esos pupitres
viejos
y cortaron también parte de mis manos
y de mis pies y de mi cabeza
y me escupieron también, y también me golpearon
Don Ernesto.
y lo multiplicaron Don Ernesto
y creció tanto como la lluvia de mi sur
como el sol que le dio vida
como el torrente inquieto que baja cada día.

Y su sangre se derramó por toda
América
desde la voz quieta allá en la altura andina
entre la paz perpetua del amazonas bello
o allá en la isla solitaria de verdades duraderas
y sus ojos volaron al mar que tanto amaba
y volaron también a la Bolivia que tanto quizo libre
y que al final se transformó en la patria de su muerte
Don Ernesto.

Y aprendí de usted Don Ernesto
a botar este muro grueso
a botar esta historia tan repetitiva
a botar el hambre del que no puede crecer.

Yo lo vi a usted Don Ernesto
perpetuo ahí en un árbol
lo vi sencillo y vivo
con su morral y sus sandalias viejas
sí, yo lo vi, Don Ernesto
y esa, amigo mío,
fue la única vez que he visto el viento.

Sutilezas (Abrecomillas)

Separarnos un poco de nuestra historia contada por los demás hace tanto tiempo. Botar la cuerda que cuelga del techo. Pisotear las hojas del suelo podrido. Limpiarme la cara y respirar profundo. Olvidarme un poco de lo que es el olvido. Lograr la alineación de mis ideas con mis acciones, lerdas las dos. Escribir algo lindo y escuchar una canción mientras me duermo...Cosas que yo y los demás deberíamos hacer por separado pero al mismo tiempo para lograr el equilibrio.

Luis se volvió loco porque nunca botó la cuerda y el tiempo, que en mi antes no paraba nunca, empezó a retroceder hoy día. El anterior (posterior) mañana será ayer y después de las doce vendrán las once, pero todos sabemos lo que es un juego: conocemos las respectivas reglas y lo aceptamos como nos lo dictan.

La balanza del subconsciente se cae y todos aguantamos la respiración incrédulos de un presente, que en realidad no es sino en el pasado, lleno de contradicciones y terremotos. Nos acordamos de la palabra sufrimiento y respiramos aliviados, “por fin algo que sólo existe en el lenguaje” decimos, y empezamos a restarle importancia a las cosas que creímos trascendentales.


Nos miramos y nos reímos de nuestra desnudez, sufrimos después y lo sentimos. Nos damos cuenta de lo poco que importa la Realidad Verdadera. Pactamos el secreto y nos dormimos acurrucados en la memoria.



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