martes, mayo 02, 2006

Inseguridad, por Abrecomillas

El miedo es un sentimiento que se pasea por mi pasado, por mi ahora y, seguramente, por mi después. Miedo a casi todo (a la dudosa palabra Todo). He de confesar que desde siempre (“siempre”, voy a tratar de no usar conceptos que me queden grandes) he temido a la inseguridad, esa palabra que para mí ya se ha convertido en un estilo de vida. La inseguridad se me ha manifestado de varias maneras: una vez se me presentó con un ding dong en el timbre, donde, al salir a mirar quién estaba en mi puerta, me encontré con una señora que me empezó a hacer preguntas de las cuales, según recuerdo, no entendí ninguna. Ahí se me pararon los pelos de todo el cuerpo, las manos y la frente me empezaron a sudar, el estómago casi se me vuelca y mi corazón latió a mil por hora. Cerré la puerta sin decirle nada y me puse a ver tele para evadir esa sensación pegajosa.

Otra vez se me manifestó la inseguridad como un “Adiós”. Mi cuerpo recuerda un malestar parecido, pero mezclado con un nudo en el cuello y en los lagrimales. También me dio un poco de asco. Desde esa vez odio las despedidas cuando son eternas, más todavía si se trataba de Cristóbal. Un día se fue y no se llevó nada más que las huellas dejadas sin querer en mi casa.

También se ha presentado en varias oportunidades en forma de colores, de gusanos, de variedades de bichos exóticos y de los fantasmas de mi conciencia. La inseguridad ha tomado formas impensables, que a veces trato de guardar en algún lugar para después dibujarlas o fotografiarlas, pero sólo me acuerdo de algunas. Las otras se lograron escapar. A lo mejor ahora están con Cristóbal.

Bien, como dije en un principio, el miedo ha estado presente en mi vida desde tiempos remotos. Ha escarbado en mis rincones más secretos logrando aferrarse como una garrapata. A veces creo que lo puedo olvidar, de hecho lo olvido, pero sé que tengo que aprender a lidiar con él. Como en un lugar de la ONU en un campo de batalla.